Análisis lacaniano
  La llorona
 

Cuarto Congreso Chileno Antropología 19 al 23 de noviembre 2001 Campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile

Los Desafíos de la Antropología: Sociedad Moderna, Globalización y Diferencia

Simposio

Cultura y Psicoanálisis

Ponencia

Del Mito al Fantasma, el lugar de lo real en psicoanálisis

Autor

Eric Moreau P.



1 El mito individual del neurótico.

En su artículo: "La novela familiar de los neuróticos" (1909) , Freud estudia un fenómeno específico de lo imaginario del niño cuando éste adquiere el conocimiento de la diferencia sexual, que consiste en criticar a sus padres y a pensar que otros padres son mejores. El niño puede también mencionar que no recibe todo el amor de sus padres, que él se vuelve extraño a sus propios padres, que es niño de otros padres o incluso que es un niño adoptado. Estas ficciones, agrega Freud, tienden a eliminar sus propios padres y a sustituir otros más amorosos. En estas fantasías, se trata de un mito individual que indica una actividad fantasmática en torno al temas de las relaciones familiares, de la paternidad, de la maternidad, de la filiación que modifica la conformación de la familia real. Estos fantasmas tienden a idealizar al padre o a erotizar a la madre. Los padres se transforman en padres fantasmáticos e imaginarios, realizando los deseos eróticos reprimidos. Freud concluye que se trata de un mito en el cual el niño caracteriza su fantasma edípico que está subyacente.

En su seminario: "El mito individual del neurótico" , Lacan progresa en esta dirección insistiendo sobre algunos aspectos decisivos.

Primero, él verifica lo que Freud afirmó, a saber que los neuróticos manifiestan un mito para poder resolver su conflicto psíquico. Este mito sería del orden de un discurso que intenta decir algo acerca de lo que no puede transmitirse verbalmente, porque la palabra en su dimensión de verdad no puede decirse toda. Segundo, observa que la subjetividad de los neuróticos se manifiesta como ficción en los fantasmas edípicos en los cuales es posible localizar una función simbólica fundamental para la formación del sujeto.

Este valor simbólico se da a conocer esencialmente a nivel de los fenómenos de desdoblamiento del sujeto, de sus objetos de amor o sexual, de sus padres o de sus hermanos. Esto se manifiesta en los sueños o en el relato de los pacientes. Estos movimientos simbólicos e imaginarios de desplazamiento y de metáforas revelan, según Lacan, una estructura cuaternaria irreductible de los mitos de los neuróticos. Así el complejo de Edipo que establece relaciones de deseo entre el padre, la madre y el niño no es triangular, sino que hace aparecer un cuarto término.

¿Pero cuál es este cuarto elemento que interviene para estructurar al sujeto?

Es posible deducirlo del complejo de Edipo en el cual se presenta el conflicto entre el deseo de incesto por la madre y su prohibición garantizada por el padre, pero con la condición de desprender su lógica simbólica.

En la familia el padre está investido de una función determinada culturalmente que redobla la percepción real que tiene el niño. Además la representación que el niño se hace de esta función paterna simbólica está siempre caracterizada por una insuficiencia, una falla o un cierto fracaso que tiene un efecto más patológico que normativo.

Lacan desprende una estructura cuaternaria del mito que permite explicar este fenómeno. Se trata de analizar lo que en los fantasmas del sujeto y en sus relaciones narcisísticas pertenece al orden de una primera experiencia psíquica de la muerte. Esto se puede deducir de las relaciones del sujeto con su semejante, de sus relaciones especulares entre el yo y el otro, es decir en toda relación intersubjetiva.

El sujeto aparece desdoblado entre el yo y su imagen, entre el yo y un otro extraño, exterior a sí mismo.

De la misma manera la representación del padre está dividida entre un padre imaginario, un padre simbólico y un padre real.

Ocurre lo mismo para la madre o los hermanos. Estos desdoblamientos imaginarios y simbólicos introducen la relación mortal que se encarna en la historia concreta de un paciente bajo la forma de una leyenda familiar, de la cual es posible extraer este mito cuaternario. Así, este cuarto elemento de la estructura es la muerte, que a través de su mediación, permite humanizar al sujeto en su relación con el semejante. Pero esta muerte es imaginaria e imaginada. Es la muerte en la vida psíquica en tanto que introduce al neurótico a su drama edípico y que funda la subjetividad del hombre moderno como sujeto de la palabra y del deseo.
Se trata de un hecho de estructura clínicamente verificable que remite a la constitución del sujeto y que está asociado con la función paterna. ¿Por qué el padre y la muerte están ligados? La función del padre corresponde a prohibir el incesto materno fundando su función en tanto que agente de la ley y de la castración; como tal él regula y limita el goce del Otro primordial a saber, la madre.

Así, el padre y la muerte tienen un mismo objetivo: producir un corte del lazo incestuoso madre-hijo, restar goce al Otro, hacer fracasar la fusión de las estructuras. El padre y la muerte están asociados porque el padre simbólico mata a la madre fálica. Este empuje separador del niño de su madre es lo que Freud reconoció como pulsión de muerte.

Hay que considerar que el aporte de Lacan es de suma importancia cuando él ubica la muerte en la estructura del mito individual del neurótico, porque de este modo él reformula lo inconsciente freudiano. A partir de la pulsión de muerte que Freud había localizado más allá del principio de placer, es decir más originaria, Lacan cierne un real de la estructura a saber que el inconsciente presenta una hiancia central, un agujero que el mito formula. El análisis del mito desemboca sobre un vacío nuclear, intrínseco a la estructura del inconsciente.

La pulsión de muerte es un operador estructural que vacía la estructura de sentido y produce una herida en el narcisismo del sujeto.

2 La Llorona. Caso Clínico.

A partir de un caso clínico, queremos ilustrar la afirmación lacaneana: hay un real en la estructura, en el mito individual del neurótico y en su fantasma subyacente.
C. es una joven de veintinueve años que solicita una cura analítica a partir de la pregunta del lugar que ocupa en su familia. Ella tiene la impresión de ser la hija de sus abuelos, más que de sus padres biológicos. Su duda no reside en la filiación biológica, sino que en el lazo afectivo que la une a sus padres. Su amor filial, ella lo vive con relación a sus abuelos maternos. Efectivamente, la biografía de C. indica que vivió con sus padres hasta la edad de siete años. Pero a partir de esa edad su madre la entregó a sus abuelos. C. ignora el motivo. Esta decisión materna constituye de aquí en adelante un enigma, que será sentido como abandono materno y que la angustia de modo permanente. Dice: "Yo no sé de donde vengo, quisiera sentirme hija de alguien... yo no pertenezco a nadie". Ella no tiene un lugar en el Otro.

En nuestra paciente, la novela familiar se despliega en torno a sus abuelos que se sustituyen a sus padres con respecto a la elaboración de su fantasma edípico. En efecto, es con sus abuelos que el goce incestuoso se localizará y se fijará. Son ellos que serán los actores del drama subjetivo, desarrollando su escena imaginaria y simbólica que relatará el destino del amor por el padre de sexo opuesto. Por lo tanto, en la reformulación imaginaria de su novela familiar nombra precisamente los agentes de este nuevo cuento: su abuelo, su abuela y ella cuando era niña. ¿Pero cómo ubicar el cuarto término, dónde localizar la muerte en este mito cuaternario que Lacan descubre?

Muy claramente, el lugar de la muerte como elemento psíquico estructurante se manifiesta en su fantasma fundamental, que C. relata a través de una leyenda popular: "La Llorona". La Llorona busca infinitamente a su hijo que ha desaparecido. No lo encontrará jamás. Cuando era niña, C. la escuchaba llorar cuando iba al colegio y pensaba que era su abuela. La llorona gritaba y lloraba sin fin la pérdida irremediable de su hijo ausente. C. imaginaba entonces que ella podía reemplazar al hijo desaparecido y temía que la llorona la raptara. Por la vía del análisis lógico del mito de la Llorona, podemos aislar el factor mortal obrando en el fantasma de la paciente.

Según el relato de Sonia Montecinos "la Llorona es una joven mujer india que ha engendrado un hijo con un blanco; cuando éste la abandona, presa del dolor, decide cometer infanticidio arrojándolo al río: "Mi madre me ha dicho que la sangre de los verdugos no se mezcla con las de los esclavos", dijo la joven al ejecutar su acto. Cuando el niño cayó al agua, exclamó: "¡Ay madre.... ay madre.... ay madre!". En ese momento la joven, conmovida, se sumergió en las aguas para tratar de salvarlo, sin embargo sus esfuerzos fueron vanos, la corriente lo arrastró y nada pudo hacer.

Mientras, el lamento: "¡Ay madre.... ay madre.... ay madre!" siguió oyéndose. "La muchacha no hallaba que hacer y se enloqueció con el grito que no se borraba de su mente. Desde entonces grita y se lamenta, por eso la llamaron La Llorona. Su espíritu se quedó errante dando gritos en la noche" (Palma, 1984: 6-7).
El mito de "La Llorona" narra una situación histórica común en América Latina, como es la relación entre la indígena y el hombre español, habla de esa mujer y de sus contradicciones: ella no rechaza al blanco, pero al ser abandonada, repudia al hijo bastardo "... pero ya es demasiado tarde y el niño mestizo nace en medio de ese profundo desgarramiento y así es lanzado a la historia. La india es el instrumento del mestizaje y sola levanta a sus hijos.

La mujer sola, junto al vástago huérfano de padre y de legitimidad, aquella que ante el grito de "¡Ay madre.... ay madre.... ay madre!", recupera una identidad y una humanidad, será la gran figura de nuestra memoria colectiva".

Vale la pena citar extensamente el mito, porque según Lacan, el mito revela la verdad desde otro lugar, en las tradiciones y leyendas que bajo una forma heroica comunica la historia del sujeto de lo inconsciente . Con su forma de ficción, el mito es lo que atribuye una fórmula discursiva a algo que no puede ser transmitido objetivamente.

En nuestro caso clínico, es interesante verificar que el mito es el correlato colectivo del fantasma individual. ¿Entonces cómo el mito de La Llorona puede prestarse para interpretar el fantasma individual de nuestra paciente?

A continuación, proponemos la interpretación del fantasma de la paciente en base a las asociaciones verbales que despliega ella, y articulándolas con algunos enunciados del mito. Luego, designaremos el punto real que agujerea el fantasma. Una primera vertiente de la interpretación remite a la identificación de C. con la representación de la madre. En efecto, la paciente identifica su abuela con la Llorona, que es una metáfora de la madre. Hay una mujer que llora porque hay una deuda ancestral que se transmite en el linaje femenino de su familia. Un crimen fue cometido. Una mujer es culpable. Una niña desapareció. Una mujer sufre el gran dolor de la muerte de su hija; dolor melancólico de un duelo imposible. Una madre fracasada tiene que pagar una deuda con su hija. Es una madre infanticida que busca eternamente a su hija muerta. Esta mujer por un acto criminal renuncia a ser madre. La segunda vertiente de la interpretación apunta a ubicar la identificación de C. con la niña desaparecida: una niña abandonada llora. Esta niña, huérfana de padre, es una víctima sacrificada por su madre; el grito de su desesperación se escucha en el eco siniestro de su último llamado.

Esta niña no tendrá lugar a ser ni mujer, ni madre. Sólo será niña eterna en el silencio de las tinieblas. Otra niña corre el riesgo de ser raptada por la Llorona para suplir su ausencia. Pero esta historia es el secreto que la paciente conservará oculto con el precio del dolor que le genera, hasta que decide contarla a su analista.
El análisis lógico del fantasma de la paciente permite caracterizarlo como fijado en un primer tiempo de la estructura, en un momento, que propongo denominar, tiempo del mito y que corresponde al goce del Otro que no admite la castración, tiempo originario que precede la ley. En efecto, el goce que se inscribe en el fantasma de la Llorona, y que transmite el mito, se inscribe más allá del principio del placer. Es el goce de la pulsión de muerte. En este tiempo originario, la madre, como Otro primordial, dicta su voluntad absoluta a su hija, que no tiene otra alternativa que someterse a su demanda o sustraerse de la escena desapareciendo.
A este nivel la palabra no alcanza a decir el goce; los afectos son del orden del traumatismo. La posición del sujeto corresponde a la alineación, identificándose al objeto del goce del Otro; el objeto no ha caído y su sombra cae sobre el yo, según la famosa formulación de Freud. Este mecanismo de identificación narcisística al objeto explica el matiz melancólico del sufrimiento de la paciente. C. es la niña abandonada de su novela familiar, ella es la hija desaparecida en su fantasma. Ella es el objeto que le falta a su madre, madre que no está tachada al igual que la Llorona. Este punto es lo real del goce del objeto que está más allá del Edipo.

 
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